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Chapter 23 - Perdiendo el control

Aún no había salido el sol cuando Karla, Stiven y Clarence caminaban de regreso al laboratorio en Cresthaven. Sus pasos eran lentos, el cansancio colgaba de sus hombros, pero algo en ellos no les permitía descansar del todo.

Clarence

—Esto se está saliendo de control. Cada día hay más preguntas…

Stiven

—Y menos respuestas.

Karla

—Solo quiero dormir. Aunque sea por unas horas…

Pero justo al pasar cerca de un viejo almacén semioculto por maleza y escombros, Karla se detiene en seco.

Karla

—¿Escucharon eso?

Clarence

—¿Un gemido?

Los tres se acercan con cautela. Entre los restos de lo que antes fue una estación de carga, descubren dos cuerpos tirados en el suelo. Rosa está inconsciente pero con el rostro ligeramente contraído como si estuviera soñando. Elías, tendido a su lado, tiene el brazo extendido, como si hubiera intentado protegerla.

Stiven

—¡Rosa! ¡Elías!

Karla

—¿Qué hacen aquí? No deberían estar en esta zona…

Clarence

—No hay heridas visibles, pero... están pálidos.

Karla

—¿Y... sientes eso?

Una ligera energía invisible se percibe en el ambiente. Como una presión en el aire. El suelo parece vibrar muy levemente bajo sus pies.

Stiven

—¿Creen que ellos también…?

Karla

—No lo sé. Pero no los vamos a dejar aquí.

Sin perder más tiempo, los tres se turnan para cargar a Rosa y Elías. El camino de vuelta se siente más largo con el peso, pero no se detienen hasta llegar al laboratorio en Cresthaven.

Ya dentro, el equipo médico se activa al instante.

Doctora Velez

—¡Pónganlos aquí! ¿Qué pasó?

Karla

—Los encontramos desmayados… al lado de un almacén viejo. Elías tenía el brazo sobre Rosa. Estaban pálidos, como si algo les hubiera drenado la energía.

Clarence

—No vimos heridas, pero el ambiente se sentía extraño. Pesado.

Stiven

—Y… sentimos una vibración en el aire. Como la vez que Moisés despertó sus habilidades.

La doctora intercambia una mirada rápida con otro científico.

Doctora Velez

—Prepárenlos para el análisis neurosensorial y hormonal. ¡Rápido!

Asistente

—¿Cree que estén desarrollando habilidades también?

Doctora Velez

—Si lo están… lo sabremos en minutos.

Karla, Stiven y Clarence se quedan observando desde el vidrio, aún con polvo en la ropa y el peso de la noche sin dormir sobre ellos. Pero sus ojos no se cierran. No esta vez.

Karla

—Si Rosa y Elías tienen habilidades… todo esto va a cambiar de nuevo.

Stiven

—O tal vez... apenas está comenzando.

El sol apenas asomaba su luz entre las colinas cuando Karla y Stiven se recostaron finalmente en sus camas dentro del laboratorio de Cresthaven. La oscuridad de la noche había dejado más que solo cansancio; había dejado preguntas, miedo, y algo que ellos aún no sabían cómo explicar.

Stiven

—¿Crees que Rosa y Elías… de verdad tengan habilidades?

Karla

—No lo sé. Pero el ambiente era... raro. Como si el aire vibrara.

Stiven

—Ya nada se siente normal.

Karla

(suspira)

—Duérmete. Lo que venga… lo enfrentamos cuando despierte el resto del mundo.

Ambos cerraron los ojos, el agotamiento por fin venciendo al torbellino de pensamientos.

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EN OTRO SECTOR DEL LABORATORIO – CUARTO MÉDICO

Moisés despertó lentamente, abriendo los ojos con esfuerzo. La luz blanca del techo lo cegó por un instante. Miró a su alrededor, desorientado, y tocó su pecho instintivamente.

Moisés

(en voz baja)

—¿Qué…? ¿Dónde estoy?

Se incorporó con dificultad. Las últimas imágenes en su mente eran confusas: la batalla, el fuego, la explosión… y después, nada.

Moisés

—¿Qué pasó con Clarence, Karla, Stiven…? ¿Dónde están?

Su respiración se aceleró un momento, pero al notar que estaba conectado a máquinas médicas, volvió a recostarse, intentando calmarse.

Mientras tanto, en distintas casas del sector residencial, otros chicos también comenzaban a abrir los ojos.

Lilian, Sofía y David se encontraban sentados a la mesa con sus respectivas familias, aún procesando todo lo que habían vivido.

Lilian

—¿Crees que ya podamos ir a ver a Moisés más tarde?

Sofía

—Sí, pero esperemos un poco. Seguro aún está débil.

David

—Y seguro tiene muchas preguntas...

Todos asienten con la mirada perdida. La comida está frente a ellos, pero el apetito es mínimo.

En otro lugar, Carlos sigue dormido profundamente. A diferencia del resto, no siente apuro por levantarse. No tiene razones, ni obligaciones… o al menos eso cree él.

Los resultados de Rosa y Elías aparecen uno tras otro en las pantallas principales del laboratorio. Un grupo de científicos los observa en silencio, anotando, comparando, asombrados.

Doctora Velez

—Los niveles energéticos son altos. Muy altos... en especial en Rosa. Su sistema respondió a estímulos externos antes de estabilizarse.

Asistente

—¿Eso significa que…?

Doctora Velez

—Sí. Lo más probable es que estén en la etapa temprana de manifestación. Tendremos que vigilarlos muy de cerca cuando despierten.

EN EL LABORATORIO ESCONDIDO DE DR. FABIÁN

Fabián ajustaba su guante de seguridad mientras dejaba un juego de documentos sobre la mesa frente a JF-26. El vapor de las cámaras aún llenaba parte del pasillo. Algunas siluetas continuaban en reposo en sus cápsulas.

Dr. Fabián

—Aquí están… estos son los datos que necesitas para ponerte al día. Detalles sobre los chicos, las fases del Proyecto R, y la situación actual en Cresthaven y Redmire.

JF-26

(tomando los documentos)

—Como usted diga, señor. Pero… ¿por qué los otros siguen en sus cámaras de recuperación? Aún parecen inestables.

Dr. Fabián

—No están inestables. Solo están… esperando su momento.

JF-26

—Entiendo. Y usted, ¿qué hará mientras yo leo todo esto?

Fabián se giró, recogiendo una pequeña cápsula metálica del estante y la guardó en su abrigo.

Dr. Fabián

—Tengo unos asuntos pendientes allá afuera. Problemas menores... que necesitan resolverse.

JF-26

—¿Quiere que lo acompañe?

Dr. Fabián

(sin voltear)

—Aún no. Tú quédate. Observa. Aprende.

Y con eso, desapareció tras la puerta metálica, dejando a JF-26 solo frente a los archivos… y las cámaras dormidas de sus futuros aliados.

El sol ya estaba alto cuando Moisés, aún algo débil pero más estable, se sentó junto a su cama con el comunicador en la mano. A través de la pantalla, el rostro de Lilian apareció primero, seguida por David y Sofía.

Moisés

—Gracias por contestar... Necesito verlos esta tarde. No tengo claras muchas cosas, pero sé que algo grande pasó.

Lilian

—Nosotros también lo sentimos. Como si algo nos hubiera... cambiado.

David

—¿Dónde nos reunimos?

Sofía

—Tengo una idea. Hay un pequeño parque al borde del canal oeste, casi nadie va por ahí.

Moisés

—Perfecto. Nos vemos ahí. A las cinco.

Colgó la llamada con una extraña sensación de urgencia en el pecho.

EN EL LABORATORIO DE REDMIRE – SALA DE ANÁLISIS

Los mayores de Redmire y Cresthaven caminaban entre pantallas, informes, y científicos ocupados. En las cápsulas de observación, Rosa y Elías seguían dormidos, monitoreados cuidadosamente.

Mayor Cresthaven

—¿Y Karla, Stiven o Clarence dijeron exactamente dónde los encontraron?

Mayor Redmire

—Sí. Dijeron que estaban en una zona abandonada, cerca de un almacén en ruinas. Los encontraron inconscientes, pero con señales similares a las primeras manifestaciones de los otros.

Doctora Vélez

—Y los resultados lo confirman. Su actividad cerebral, energética y nerviosa está en el mismo patrón que Karla, Stiven y Clarence cuando despertaron.

Mayor Redmire

—Entonces… también tienen habilidades.

Mayor Cresthaven

(asintiendo con los brazos cruzados)

—Cinco jóvenes… y todos con habilidades latentes. Esto está avanzando más rápido de lo que esperábamos.

Doctora Vélez

—Aún estamos analizando cómo se activaron exactamente, pero el comportamiento es consistente. Casi como si el despertar fuera… contagioso, o inducido por proximidad.

– SALA DE PROYECTO R

Mayor Redmire

—Y el Proyecto R… se nos informó que ya está listo. Quiero verlo.

Mayor Cresthaven

—Sí. Llévennos ahora. Lo antes posible.

Doctora Vélez

—Está todo preparado, pero decidimos hacer la presentación en la tarde. Queremos mostrarles el resultado en todo su esplendor… con una demostración real.

Mayor Redmire

—¿Demostración?

Doctora Vélez

—Preparamos una pista de habilidades para evaluar en vivo su desempeño. Resistencia, fuerza, control... será mejor que cualquier informe.

Mayor Cresthaven

—Está bien. Pero que no pase de hoy. No puedo esperar otro día más.

Doctora Vélez

—Tendrán lo que quieren… esta tarde. Les aseguro que valdrá la pena.

EN LA CIUDAD DE VELKAN – MAÑANA DE TENSIÓN

Mientras tanto, los habitantes de Velkan iniciaban su rutina diaria. Algunos se dirigían a sus trabajos, otros simplemente salían a comprar víveres, pero todos compartían el mismo sentimiento:

Opresión.

Los robots de patrullaje marchaban sin cesar por las calles principales. Drones de vigilancia flotaban en el cielo como ojos sin párpados, y los vehículos voladores pasaban tan cerca que generaban viento en los techos.

Conversaciones se callaban al paso de los centinelas. Niños caminaban con la mirada baja. Los adultos preferían moverse rápido y sin levantar sospechas.

El ambiente en Velkan ya no era el mismo. Era claro: algo grande estaba en movimiento. Pero nadie sabía exactamente qué… solo que venía.

Entre sombras y conductos de mantenimiento, el Dr. Fabián se desplazaba con precisión, observando desde un punto alto la seguridad de la ciudad. A lo lejos, los robots centinela caminaban en perfecta sincronía. Los drones pasaban por rutas marcadas con tiempos calculados al segundo.

Dr. Fabián

—Interesante...

Observó su reloj táctico y presionó un botón que activó un escáner de seguridad.

—Hay aperturas... segundos apenas, entre cada rotación de los drones. Y los centinelas tienen rutas fijas... No es perfecto. No para mí.

Apretó los labios en una sonrisa apenas visible.

—La seguridad de Velkan... no será un problema.

Se deslizó por un ducto lateral, dejando solo el eco de sus pasos metálicos tras él.

VELKAN – CALLE PRINCIPAL / MERCADO LOCAL

En otro punto de la ciudad, Carlos caminaba entre la multitud con sus padres, cargando bolsas. Iba en silencio, con la mirada baja, pero no por vergüenza... sino por incomodidad.

Padre de Carlos

—Recuerda lo que te dijimos. Nada de acercarte a Moisés o esos chicos... No queremos problemas.

Madre de Carlos

—Lo que pasó no fue normal. No te metas en eso, ¿sí?

Carlos no respondió. Solo asintió mientras observaba cómo los drones vigilaban desde arriba como cuervos tecnológicos.

Algunos vecinos lo reconocieron, y uno se acercó, con una sonrisa cargada de falsa amabilidad.

Vecina

—Qué suerte que tus padres te alejaron a tiempo. Tus... "amigos" resultaron ser otra cosa. Nunca se sabe de qué son capaces...

Carlos

—Sí… supongo.

No sabía qué decir. Por dentro, una parte de él sentía algo que no podía explicar: culpa, frustración, quizás algo de envidia.

La familia decidió regresar pronto a casa, evitando más "saludos" como ese.

El sol todavía ardía, pero Moisés, Lilian, David y Sofía caminaban entre los callejones que los llevaban al pequeño parque cerca del canal.

David

—No hay tantos centinelas por esta zona... eso me da mala espina.

Sofía

—Lo bueno es que no nos siguen. Lo malo… es que no sabemos quién más lo hace.

Moisés

—Nos vamos a reunir. Vamos a hablar. Si hay algo que esté por venir... quiero que lo enfrentemos juntos.

Lilian

—Estoy contigo.

EN ALGÚN LUGAR DEL CIELO DE VELKAN

La silueta celeste volaba en completo silencio, como si se deslizara entre el aire mismo. De repente, su cabeza giró sutilmente. Algo la observaba. Una sombra, difusa pero presente, se movía tratando de evitar ser detectada.

Silueta Celeste

(pensando)

—No estás tan escondido como crees…

Pero en vez de detenerse, la silueta celeste aceleró, cruzando una nube densa y bajando de altitud.

—Primero, Moisés...

La ciudad ardía bajo el calor de la tarde, pero el ambiente se sentía más cargado que nunca. Las piezas en el tablero se estaban moviendo: aliados, enemigos y misterios… todos con la mirada puesta en un mismo punto.

Moisés.

LABORATORIO DE CRESTHAVEN – SALA DE DEMOSTRACIÓN

Las pantallas se iluminan en tonos azulados. En el centro, una gran pista metálica con obstáculos, sensores y secciones de prueba. A un costado, los nuevos robots del Proyecto R permanecen en fila, como soldados listos para activarse.

Doctora Vélez

—Muy bien, tomen asiento, mayor Redmire y mayor Cresthaven. Están a punto de ver de lo que estos nuevos modelos son capaces.

Mayor Redmire

(se frota las manos, ansioso)

—Se ven impresionantes… ya no aguanto más las ganas de verlos en acción.

Mayor Cresthaven

—El diseño es elegante… me gusta. Potente y limpio.

Justo cuando la doctora se dispone a iniciar la demostración, un asistente irrumpe por la puerta con urgencia.

Asistente

—¡Doctora, doctora! ¡Venga rápido! ¡Rosa y Elías están recuperando la conciencia!

Doctora Vélez

(al instante)

—¡Excelente! Voy tras de ti.

Se vuelve hacia los dos mayores con una sonrisa cortés.

Doctora Vélez

—Les pido disculpas, pero la recuperación de Rosa y Elías es prioritaria. Sin embargo, dejé a mi compañero al mando de la presentación. Él les guiará por todo el Proyecto R.

Se hace a un lado y aparece un hombre alto, de lentes oscuros y bata blanca.

Doctora Vélez

—Este es Marvin. De aquí en adelante, él les mostrará el 100% del Proyecto R.

Marvin

(con voz firme y tranquila)

—Un placer conocerlos, mayores. Les garantizo que lo que están por ver cambiará el futuro de nuestras fuerzas.

Redmire y Cresthaven solo asienten, sin poder ocultar la emoción. Toda su atención se dirige a la pista. Las luces bajan. Los robots empiezan a moverse.

EN EL PARQUE, CERCA DEL CANAL OESTE – TARDE

Moisés, Lilian, Sofía y David por fin se encuentran. Al verse, no hay dudas ni palabras innecesarias. Solo un abrazo grupal fuerte, sentido.

Moisés

—Me alegro tanto de verlos… Díganme, ¿qué pasó? ¿Cómo llegué a casa?

Lilian

—Nosotros te llevamos. Estabas desmayado.

David

—La silueta morada… no buscaba pelear. Solo alejarse. Nos confundimos.

Sofía

—Y por no escuchar… parte del bosque terminó en ruinas.

Moisés

(se queda en silencio)

—Lo imaginé… Vi una noticia. Decían que algo extraño había ocurrido. Una explosión, fuego… árboles arrancados.

Lilian

—Pero gracias a ti estamos aquí. Fue tu poder, Moisés. De nuevo se liberó esa fuerza inmensa… cada vez más grande.

David

—Eres increíble. Pero esa silueta… esa cosa… es aún más poderosa. No creo que haya intentado derrotarte.

Sofía

—Lo más aterrador es eso. Que te dejó inconsciente… sin siquiera luchar a fondo. Pero aun así, tu poder fue capaz de protegernos.

Moisés

—¿Qué… qué hice?

Sofía

—Nos envolviste en una esfera de agua. Nos salvó de la explosión. Luego desapareció… y vimos el desastre.

Moisés

(sorprendido)

—No recuerdo nada de eso... me desmayé. Todo se volvió blanco.

Sofía

—Y eso no es todo.

Moisés

(se incorpora un poco)

—¿Qué más?

Lilian

—No sabemos si fue ella… o él… o eso. Pero antes de irse, nos habló.

David

—Nos dijo su nombre.

Los cuatro se miran. El silencio es pesado. El viento caliente agita las hojas secas a su alrededor.

Moisés

—¿Qué… nombre?

Sofía

—Dijo… que se llama Humbra.

Y SIN QUE LO SEPAN...

A unos metros, entre los árboles, la silueta celeste observaba en completo silencio. Flotaba sin ruido, su cuerpo apenas visible entre las sombras que proyectaba el sol poniente.

Al otro lado, Humbra, agazapada entre los restos de una barda rota, también los escuchaba. Inmóvil. Como si el simple sonido de su nombre hubiese activado algo dentro de ella.

Ambas presencias se percibían...

Pero ninguna quería atacar todavía.

FIN DEL CAPÍTULO 23

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