Tras la Gran Batalla Cósmica, el mundo, aún joven y convulso, se sumió en un período de
quietud inusual. El Dragón Primigenio, exhausto por el conflicto y herido en su esencia
misma, se retiró a las profundidades del planeta, buscando un lugar donde sanar y
recuperar su poder. Este período, conocido como la Era del Silencio, no fue una época de
paz, sino de latencia. Las energías primordiales, liberadas durante la batalla, se
asentaban lentamente, dando forma a la geografía del mundo y estableciendo las leyes
fundamentales de la naturaleza.
Los primeros seres conscientes, aún en estado embrionario, surgieron durante esta era.
Criaturas elementales, espíritus de la tierra, el agua, el fuego y el aire, vagaban por un
mundo sin nombre, instintivamente buscando un propósito, una conexión con la fuente de
su existencia. No poseían lenguaje ni memoria, solo una vaga sensación de pertenencia y
una profunda reverencia por las fuerzas que los rodeaban.
En el corazón del mundo, en una caverna bañada por la luz geotérmica y custodiada por
formaciones cristalinas imposibles, el Dragón Primigenio dormía. Su respiración, lenta y
profunda, resonaba a través de las capas de la tierra, modulando el flujo de la energía
vital. A su lado, reposaba la Gema Durmiente, un cristal de origen desconocido, imbuido
con la esencia misma del Dragón. La Gema actuaba como un catalizador, absorbiendo la
energía caótica del mundo y transformándola en una fuerza curativa, alimentando el
sueño del Dragón y acelerando su recuperación.
La Gema Durmiente no era simplemente un objeto inerte. Era un repositorio de
conocimiento ancestral, un espejo de la historia cósmica y un portal hacia el potencial
ilimitado del mundo. Contenía fragmentos de la memoria del Dragón, visiones de mundos
anteriores y la promesa de un futuro glorioso. Sin embargo, este conocimiento
permanecía inaccesible, sellado dentro de la Gema hasta que el Dragón despertara por
completo.
Durante la Era del Silencio, algunos de los seres elementales más sensibles se sintieron
atraídos por la presencia del Dragón y la Gema. Guiados por un instinto inexplicable, se
congregaron alrededor de la caverna, formando una guardia silenciosa. Estos seres,
conocidos como los Guardianes de la Gema, dedicaron su existencia a proteger el sueño
del Dragón y a velar por la Gema Durmiente. No comprendían su propósito, pero sentían
una profunda responsabilidad, una conexión inquebrantable con el destino del mundo.
La Era del Silencio no fue uniforme. Hubo períodos de relativa calma, interrumpidos por
erupciones volcánicas, terremotos devastadores y tormentas elementales que sacudían
los cimientos del mundo. Estos eventos, aunque destructivos, eran necesarios para
purificar la energía residual de la Gran Batalla y preparar el terreno para el surgimiento de
la vida.
A medida que el Dragón se recuperaba, su influencia se extendía gradualmente por todo
el mundo. Los ríos comenzaron a fluir con mayor fuerza, los bosques se volvieron más
exuberantes y el aire se llenó de una energía vibrante. Los seres elementales se volvieron
más conscientes, desarrollando una incipiente forma de comunicación y una mayor
comprensión de su entorno.
Sin embargo, la Era del Silencio también trajo consigo una amenaza latente. Las energías
oscuras, remanentes de las fuerzas que se opusieron al Dragón en la Gran Batalla, se
infiltraron en el mundo, corrompiendo la tierra y sembrando la discordia entre los seres
elementales. Estas energías, aunque débiles, representaban un peligro potencial, una
sombra que se cernía sobre el futuro del mundo.
La Era del Silencio fue un período crucial en la historia del mundo, un tiempo de curación,
transformación y preparación. Fue una época en la que las semillas de la vida fueron
sembradas, las leyes de la naturaleza fueron establecidas y el destino del mundo fue
moldeado por el sueño del Dragón Primigenio y el poder latente de la Gema Durmiente.
Aunque silenciosa, esta era fue lejos de inactiva, sentando las bases para el despertar
que estaba por venir.