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Chapter 5 - Capítulo 2: Ecos del Legado y una amistad única

La luz danzaba suavemente sobre las torres flotantes del Reino Celestial. Las estructuras suspendidas en el firmamento resplandecían con cristales de energía pura, conectadas por puentes de luz donde transitaban sabios estelares y guardianes alados. Era un mundo de armonía visual, donde el orden cósmico era ley y belleza.

Zodiark, heredero del cosmos, entrenaba en los jardines flotantes junto a Alexander, su mentor de acero y voluntad férrea. El eco de espadas resonaba entre las columnas del jardín, mientras el niño de siete años —aunque pequeño en estatura— mostraba una destreza sobrehumana.

—Levanta el brazo antes del impacto, príncipe. No todo puede bloquearse con poder bruto

 —aconsejaba Alexander mientras detenía con precisión el ataque de su pupilo.

Más tarde, en un claro de árboles cantores, Zodiark se sentaba frente a Yatma. Ella sostenía un pergamino que flotaba con palabras vivas.

—¿Qué ves cuando miras a las estrellas, Zodiark? —preguntó la diosa con voz serena.

—Caminos. Puertas que aún no se abren —respondió el niño.

—Entonces sigue preguntando. Un príncipe no debe ser solo un guerrero, sino también un sabio.

Pese al respeto de sus mentores y el afecto que le demostraban los sabios estelares, Zodiark percibía una barrera invisible.

Algunos seres de luz se inclinaban ante él, pero evitaban mirarlo a los ojos. Los guardianes lo protegían, pero rara vez compartían palabras sinceras.

Para muchos, él no era un niño, sino un símbolo, una figura divina más temida que amada.

Esa noche, se recostó sobre el mármol de su torre celestial. Las constelaciones giraban lentamente sobre él. Sus pensamientos eran inquietos.

¿Por qué luchar por un pasado que no viví? ¿Por qué proteger un mundo al que apenas pertenezco?

La verdad según Mithrilas

Mithrilas, la diosa madre, lo esperaba en su salón de espejos. Su presencia era suave como el amanecer y fuerte como el firmamento.

—Has visto la duda, hijo mío —le dijo mientras un velo de estrellas la rodeaba.

—¿Y si la duda es el principio de la verdad? —respondió Zodiark con sinceridad.

Ella suspiró, y con un gesto, hizo aparecer una visión: una guerra colosal, un vacío rasgando los cielos, y una figura envuelta en oscuridad.

—Tras la Gran Guerra contra Chaos, tu nacimiento fue el pacto final. Una promesa entre Nexus y el equilibrio. Tú no solo naciste... fuiste tejido en la urdimbre misma del cosmos. No puedes huir de ese hilo.

—Pero no fue mi decisión. No puedo ser un escudo de algo que no elegí.

Mithrilas acarició su rostro con ternura, pero sus ojos mostraban melancolía.

—A veces, los que no eligen el destino son los únicos capaces de cambiarlo.

La Cámara de Cristal: Voces del Consejo

En un acto poco común, cuatro miembros del Consejo Supremo se reunieron informalmente con Zodiark en la Cámara de Cristal. El lugar vibraba con energía primordial. Allí, las palabras se convertían en símbolos, y los pensamientos flotaban como luz.

Cronos, el dios del tiempo, apareció primero. En su túnica se entrelazaban relojes y constelaciones, y sus ojos reflejaban siglos.

—El tiempo no es una línea, pequeño príncipe. Es un árbol con muchas raíces y ramas. Observa.

Con un gesto, le mostró un espejo de arena líquida. Zodiark vio guerras futuras, su rostro más viejo, y también... un universo destruido.

—¿Esto pasará? —preguntó.

—Depende de dónde pongas tus pasos —respondió Cronos, desapareciendo con un eco de campanas.

Spacear, la diosa del espacio, descendió como una espiral de constelaciones. Su voz era un susurro entre galaxias.

—El espacio es frágil, Zodiark. Hay grietas que ni la luz puede sellar. Si el equilibrio se rompe, los hilos que unen los reinos se romperán.

Zodiark sintió vértigo ante la inmensidad de sus palabras.

Divintia, radiante, caminó hacia él con un tomo flotante.

—He visto tus preguntas, pequeño. Si buscas conocimiento, yo puedo ofrecerlo. Pero cuidado: no todo saber trae consuelo.

Ella colocó su mano en su pecho, y Zodiark sintió una dulzura que casi le hizo llorar.

Deadwear fue el último. Envuelto en sombras, parecía desvanecerse al respirar.

—Todo nace para morir, Zodiark. Incluso tú. Pero no temas: la muerte no es un castigo. Es el guardián del ciclo. Si quieres romperlo... necesitas entenderlo primero.

Cada uno de ellos le explicaba el motivo de sus destino, lo cual deberia tomárselo mas en calma antes de decidir algo que se arrepentiría en el futuro.

Sin mas pasaron los dias y aun el en sus sueños mas profundos y pensamientos, estaba muy confudido y desorientado. Sin saber el que camino escogeria apartir de sus decisiones tomadas.

Una noche diferente: la fuga y el encuentro

Una noche, Zodiark escapó del Reino Celestial. Abrió un portal secreto entre los anillos de luz que separaban los cielos. Cayó por un vórtice suave como la seda y aterrizó en un mundo que no conocía.

Era uno de los Doce Cielos Menores. En él, civilizaciones mortales vivían bajo el resplandor divino: serafines, ángeles, y criaturas mágicas convivían entre armonía... y caos.

Zodiark caminó entre las aldeas. Vio niños jugar, curanderas ayudar a enfermos, pero también soldados arrastrando prisioneros, sacerdotes abusando de su poder. La justicia brillaba, pero su sombra era larga.

vio personas riéndose y divirtiéndose, además de seres luchando entre si viendo quien era el mas fuerte entre todos ellos.

—¿Todo esto vale la pena protegerlo...? —murmuró.

Mientras vagaba por los campos, escuchó un sollozo. Allí la vio: una niña de cabello rosado y ojos cereza, arrodillada entre arbustos.

—¿Estás bien? —preguntó él, acercándose.

—¡Mi mascota! Mi gato Lunki se perdió... y... hay algo allí que lo quiere comer...

Zodiark no dudó. Cruzaron juntos un sendero hasta hallar una bestia infernal con ojos múltiples y garras etéreas. Lunki chillaba atrapado entre raíces negras.

El combate fue feroz. Zodiark invocó su aura celeste y sus ojos brillaron con fuego estelar. Las garras del monstruo desgarraron su armadura, pero su espada de luz partió el cielo y la oscuridad fue vencida.

La niña corrió y abrazó al gato.

—¡Gracias! —dijo con una voz trémula pero alegre.

—Soy Moniark.

—Zodiark... Me llamo Zodiark —dijo, aún entre jadeos por la pelea.

—Tu nombre suena... parecido al mío. ¿Quieres... tomar un té en casa? una sabia siempre me decía que un buena taza de te caliente magico puede entablar una conversación.

Zodiark sonrió por primera vez en días.

La casa de Moniark era pequeña, pero cálida. Con flores mágicas en las paredes y una mesa redonda con tazas que flotaban. Ella le hablaba con dulzura, sin reverencias. Le mostró sus dibujos, le dio galletas de estrella, y antes de despedirse, le tomó la mano.

—¿Puedes volver algún día? Sería lindo tener un amigo como tú.

—Esto podría ser!. 

—Entonces seria un promesa?. Exclamaba con una tierna sonrisa irresistible.

—Si! —Seria una promesa!. 

Ambos se estrecharon la mano con dulce gesto, y luego zodiark se alejaba lentamente del lugar volviendo a su reino nuevamente antes que se enteren de su desaparición repentina.

Uso nuevamente su poder para separar y abrir un portal desde los cielo para volver a sus aposentos.

Al llegar este se sienta en cobija muy suave, y empieza plantearse que deberia hacer a partir de ahora habiendo visto y vivido algo que le agrado mucho. Sentir una aventura y conocer personas y seres normales.

—Quizas, deba volver a escaparme y preguntar a Moniark si quisiera enseñarme su mundo.

—Al fin a cabo hicimos una promesa que jamas rompere.

—Pero temo que mi mentores o mi madre se enfade sin pensar en lo que diría el consejo si se entera que me escape, en un lugar donde convive seres mortales normales.

Las preguntas lo empujaban a una decisión inevitable: seguir el camino trazado... o forjar el suyo.

—Creo.., que... es hora de no ser mas cobarde ir por mi propia a tomar decisiones grandes.

—Debo saber y comprender porque esta carga, que llevo y porque debo enfrentar a una profecía que podría cumplirse en cualquier momento. 

—Espero que Aetherios no se enfade.. Aunque dudo que no lo haga.

Tomando un aire y un suspiro nuestro protagonista ya tomo una decisión clave en su futuro, y al parecer quiere conocer el mundo que lo rodea mas a fondo para poder descifrar el motivo de su legado y esa profecía que lo atormenta.

También la madre de nuestro protagonista lo estaba observando desde otra torre dejando un sutil comentario.

—Esa mirada... ya no es la de un niño que acepta. Es la de uno que elegirá.

A lo lejos en alguna parte del reino celestial. Aetherios. sintió un cambio... en el cosmos..

—El Hilo ya se está moviendo... Mucho antes de lo previsto. 

A caso su decisión, ¿tendrá un giro inesperado?. o quizás sea el camino correcto para construir y proteger futuras generaciones.. o podria destruir todo lo que su padre había soñado..

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